Se cuenta que un labriego chino tenía un caballo.
Con él hacía todas las labores del campo.
Un día el caballo se escapó por las montanas.
Sus amigos se lamentaban ante el labriego: ¡Qué mala suerte!
Pero él respondía: ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?
Un buen día el caballo volvió a casa trayendo tras sí otros
caballos salvajes.
La gente decía: ¡Qué suerte!
Y el labriego: ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?