La sencillez de ser

Para liberar al niño de una imagen, debes primero estar libre tú mismo de toda cualificación, particularmente de la imagen de ser padre. Porque preservar esa imagen despierta la necesidad de cumplir todo lo que te define como tál y a su vez, tu hijo deberá cumplir todo lo que define su relación contigo. Hay entonces una especie de aprisionamiento recíproco.
Sólo cuando el contacto no es ya entre dos imágenes, sino entre ser y ser, es posible la comunión. Si hay aceptación, no hay ningún problema. Pero la aceptación no es una postura pasiva. Por el contrario es la suprema vigilancia atenta y activa. Ahí eres absolutamente consciente de todo lo que aceptas. 

En la aceptación de algo, hay inteligencia y una completa adecuación a toda situación, a todo ser vivo. Dejas de alimentar tu ego, tu papel de padre y  tu hijo es libre, porque tu observación se mantiene constantemente fresca y en esa libertad, él crece.

Cuando eres consciente de tu hijo, cuando estás abierto a él, sabes exactamente lo que necesita, pues hay una comprensión inmediata de su forma de comunicarse y de sus movimientos. En otras palabras, toda proyección cesa. Entonces ya podemos decir que esta apertura es amor.

Jean Klein